Época: Segunda República
Inicio: Año 1931
Fin: Año 1933

Antecedente:
La Segunda República
Siguientes:
Monárquicos y fascistas
El insurreccionismo anarquista
La política de orden público
La crisis republicano-socialista
Los gobiernos de concentración republicana
Elecciones de noviembre de 1933

(C) Julio Gil Pecharromán



Comentario

Contemplado en perspectiva histórica el proyecto republicano de los años 1931-33 fue un fracaso, por cuanto el cambio político provocado por las elecciones de noviembre de 1933 y, sobre todo, la ruptura bélica del verano de 1936, invalidaron por largo tiempo los desarrollos democratizadores impulsados durante el bienio. Los obstáculos puestos al proceso reformista fueron de muy variada naturaleza. En el interior del propio bloque reformista, las distintas visiones de los ritmos y alcances del proceso -los socialistas ponían el acento en las reformas sociales, los republicanos, en las administrativas, los primeros esperaban alcanzar una sociedad socialista, los segundos, consolidar la democracia burguesa- dificultaron su armonización en el marco de una difícil situación económica, que no favorecía el aumento del gasto público. La aportación a la tarea fue generosa en la mayoría de los gobernantes del bienio, pero no faltaron los excesos ideológicos y las presiones del entorno partidista, abriendo hueco a las disensiones.
Pero fueron las presiones exteriores las que, en definitiva, terminaron frenando los procesos de transformación estructural. Se puede señalar el papel desestabilizador jugado por la crisis económica, o la rivalidad entre los modelos sindicales socialista y anarcosindicalista que, en definitiva, fue tan perjudicial como la resistencia de las organizaciones patronales a la articulación de un modelo estable de relaciones laborales. La mayoría de las presiones exteriores tuvieron su origen, sin embargo, en la actividad opositora de grupos sociales y económicos, cuyos intereses se vieron afectados por las reformas emprendidas por la coalición de izquierda: los terratenientes, en primer lugar, pero también determinados sectores profesionales y funcionariales, tanto civiles como militares, los círculos intelectuales vinculados a la tradición conservadora, buena parte de la opinión católica, etc. En ocasiones, esta resistencia al cambio fue frontal y muy radicalizada. Incluso se cuestionó el conjunto del sistema constitucional. Pero, con todo, esta oposición se desenvolvió casi siempre dentro de unos límites tolerables para la democracia republicana durante el primer bienio y halló, dentro del sistema parlamentario, cauces para el revisionismo legal al llegar los radicales al poder, a finales de 1933.

El auténtico problema, por el riesgo que implicaba de desestabilización del sistema democrático a corto plazo, lo plantearon las organizaciones vinculadas a tres corrientes ideológicas, con desigual, pero minoritario peso social: monárquicos, fascistas y anarquistas. Estos sectores se situaron como "outsiders" respecto del Estado republicano y su actuación antisistema contribuyó en gran medida a impedir la normalización de los mecanismos políticos que precisaba la República para consolidar el régimen democrático.